Persona que guarda sus millones en el banco. Puede tener la certeza de ser rico, e incluso la seguridad de que su depósito está a salvo, pero si nunca gasta nada y se conforma con llevar una vida pobre y limitada, podríamos decir que no disfruta de sus riquezas. En teoría él es muy rico, pero en la práctica no posee nada.
Esta es la condición de muchos creyentes actualmente. Son salvos, pero en su vida diaria experimentan muy poco de las inescrutables riquezas del Mesías (Ef. 3:8). Sin embargo, Adonai no sólo desea que tengamos a Cristo, sino que además lo disfrutemos, y que lo hagamos al máximo (Jn. 10:10; Fil. 4:4). La condición normal de los creyentes debe ser la siguiente: “Os alegráis con gozo inefable y colmado de gloria” (1 P. 1:8).
Sin embargo, tenemos que admitir que muchas veces no tenemos este gozo desbordante. ¿Significa esto que hemos perdido nuestra salvación? ¡No! Nuestra salvación está basada en Dios, no en nosotros. No obstante, aunque jamás perderemos nuestra salvación, sí podemos perder el gozo de la salvación.
La pérdida del gozo de la salvación
¿Cuáles son las causas de que en ocasiones perdamos nuestro gozo? La primera es el pecado. El gozo depende de nuestra comunión continua con El Eterno, pero el pecado nos aparta de El y hace que El esconda Su rostro de nosotros (Is. 59:1-2).
Otra razón por la que perdemos el gozo de la salvación es que en ocasiones contristamos al Espíritu Santo (Ef. 4:30). Al ser salvos, llegamos a ser templo de Hashem, lo cual significa que Su Espíritu mora en nosotros (1 Co. 6:17, 19; Ro. 8:9, 11, 16). Tal Espíritu en nuestro interior no es una “fuerza” ni una “cosa”, sino una Persona viva, a saber, Jesucristo mismo (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17; 13:5). Como cualquier persona, El tiene sentimientos y propósitos. Por lo tanto, cuando hablamos o hacemos algo que no le agrada, El se contrista. Cuando contristamos al Espíritu Santo, nuestro espíritu también se contrista, ya que ambos espíritus están unidos (1 Co. 6:17), y en consecuencia, perdemos nuestro gozo.
Mantener el gozo de la salvación
Nuestra salvación es firme como una roca, pero el gozo de la salvación es como una delicada flor, la cual puede ser perturbada incluso por la más ligera brisa. De aquí que, el gozo es algo que necesitamos cultivar y sustentar. ¿Qué debemos hacer para mantener este gozo?
En primer lugar, debemos confesar nuestros pecados (1 Jn. 1:7, 9). Cuando confesamos nuestras faltas al Señor, Su sangre nos limpia, y nuestra comunión con El es restaurada. Después de que David pecó, oró de la siguiente manera: “Vuélveme el gozo de tu salvación” (Sal. 51:12).
En segundo lugar, debemos tomar la Escritura como nuestro alimento. Jeremías dijo: “Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón” (Jer. 15:16). Muchas veces al leer y orar la Palabra, nuestro corazón rebosa de alegría. Una persona con hambre no puede ser feliz. Del mismo modo, no debemos ser creyentes mal nutridos; por el contrario, debemos alimentarnos constantemente con la Palabra del Señor, la cual es como un banquete continuo (Mt. 4:4).
En tercer lugar, debemos orar. En muchas ocasiones, después de abrir nuestro corazón al Señor y expresarle abiertamente nuestro sentir, experimentamos un gozo profundo y somos refrescados. En Isaías 56:7 dice que El nos llenará de gozo en Su casa de oración. La verdadera oración no es una repetición de palabras y frases habituales; más bien, es derramar nuestro corazón y nuestro espíritu ante el Señor. Jesús dijo: “Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido” (Jn. 16:24). La verdadera oración nos hace libres y nos llena de disfrute.
Finalmente, debemos tener comunión con otros. El mayor gozo de un creyente es estar con otros que aman y disfrutan al Mesías. No existen palabras humanas que puedan describir la dulzura que experimentamos al reunirnos con otros creyentes, alabar juntos al Señor y compartir acerca de El. En 1 Juan 1:3-4 dice: “Para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con Su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que nuestro gozo sea cumplido”. La verdadera comunión no es algo que tengamos que hacer por obligación, sino un disfrute; es el gozo más grande que hay sobre la tierra.
Así pues, ahora tenemos la certeza, la seguridad y el gozo de haber recibido la salvación. ¡Alabamos al Señor por una salvación tan completa!